Hacer de la necesidad virtud. El Archivo del Museo Nacional de Ciencias Naturales

Enredadera, nº 35, julio 2020

Mónica Vergés, Piluca Rodríguez Lupe y Cecilia Gimeno
vergesam@mncn.csic.es
Archivo. Museo Nacional de Ciencias Naturales (AMNCN-CSIC)

Madrid


 

 

 

“Entre tantas incertidumbres, una cosa es cierta: sí escuchamos únicamente el mortífero canto de sirenas que nos impele a perseguir el beneficio [económico], solo seremos capaces de producir una colectividad enferma y sin memoria […]. Y en ese momento, será difícil imaginar que el ignorante Homo sapiens pueda aún desempeñar la tarea de hacer más humana la humanidad”.

 

Nuccio Ordine

La utilidad de lo inútil

 

El trabajo en un museo, una biblioteca o un archivo exige implícitamente la presencia física de sus técnicos en el lugar donde están depositadas las colecciones. La recepción, registro, acondicionamiento y catalogación de sus fondos resulta a priori imposible fuera del espacio que los reúne.

 

Además, la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español, declara los inmuebles y colecciones de museos, archivos y bibliotecas de titularidad estatal Bienes de Interés Cultural (art. 60.1), y solo permite la salida de sus bienes con previa autorización, concedida por Orden ministerial (art. 63.2).

 

Lo anterior es garante de protección de nuestro Patrimonio Cultural, pero la inaccesibilidad a los fondos o la salida de estos en tiempos de alarma sanitaria ha dificultado el trabajo de su personal. Si por mandato de la citada Ley, debemos conservar, describir y difundir nuestras colecciones para la investigación y la cultura (art. 59), la descripción de sus bienes resulta inviable sin tener acceso a la fuente primigenia. No obstante, sin contravenir dicho mandato, el Archivo del Museo ha encontrado la manera de rentabilizar su tiempo durante esta situación insólita y sobrevenida.

 

En nuestro Archivo el confinamiento del personal ha durado 79 días (del 14 de marzo al 31 de mayo). Son muchos los proyectos que quedaron “congelados” durante la pandemia: exposiciones, visitas especializadas, transferencias de documentación, la digitalización de sus documentos textuales más antiguos siguiendo el Plan Director de Digitalización de la Red o la catalogación de dibujos y grabados zoológicos (por fin contamos con una bióloga en nuestra exigua plantilla gracias a un contrato de Garantía Juvenil); no obstante, pese al freno impuesto por las circunstancias, la difusión de nuestros fondos catalogados se ha mantenido “intacta” a través de Simurg, del Catálogo de Archivos de la Red de Bibliotecas y Archivos del CSIC y de la página web del MNCN con enlace directo a dicho Catálogo.

 

La atención a usuarios e investigadores también se ha mantenido al día por medio del correo electrónico y, salvo el acceso directo a los fondos, hemos podido satisfacer las solicitudes de consulta con un nivel de respuesta óptimo. Una vez incorporados de forma presencial a nuestras instalaciones, esas respuestas pendientes, también han sido resueltas.

 

Pero la parte esencial de nuestros esfuerzos durante este largo período la hemos dedicado a volcar en línea tres catálogos de María Ángeles Calatayud Arinero, archivera del Museo durante cuarenta años. Disponer de sus catálogos razonados con reconocimiento óptico de caracteres (OCR) nos ha permitido crear casi 2.000 registros en el Catálogo de Archivos del CSIC. Los registros comprenden la documentación más antigua del Real Gabinete de Historia Natural, de 1752 a 1815, y la documentación relativa a muchas de las expediciones científicas españolas de los siglos XVIII y XIX. Producir tal volumen de registros no hubiera sido compatible con nuestro quehacer presencial en el Archivo, pero el aislamiento provocado por la pandemia, la disminución de usuarios y la suspensión de otras muchas tareas, ha hecho posible canalizar gran parte de nuestro trabajo hacia este objetivo.

 

 

 

La valiosa documentación ya registrada y descrita en Alma, y a la que nuestros usuarios ahora sólo pueden acceder en formato microfilm, está previsto sea digitalizada antes de finalizar el año. Así, tres décadas después de la publicación de los catálogos de Calatayud, la descripción y la documentación original estarán disponibles en abierto para la comunidad científica y los historiadores de la ciencia. Y esto es muy destacable. Algo que siempre estuvo pendiente y que le debíamos a nuestros usuarios.

 

Por todo ello nos gustaría terminar con el principio “hacer de la necesidad virtud”. Sacar ventajas de las desventajas. Intentar buscar la manera de trabajar, de avanzar, de adaptarse, aunque la situación no sea perfecta ni óptima, aunque no dispongamos de todas las herramientas a nuestro alcance. Al personal del Archivo del Museo, la reclusión, la tranquilidad y la ausencia de estímulos e interrupciones inherentes al trabajo en el Museo, nos ha facilitado avanzar con una intensidad que, probablemente, en circunstancias cotidianas, no hubiera sido posible.

  

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