2020, un antes y un después

Enredadera, nº 35, julio 2020

Miquel Àngel Plaza-Navas
maplaza@dicat.csic.es
Unidad de Recursos de Información Científica para la Investigación (URICI-CSIC)

Barcelona



La humanidad ha sufrido ya unas cuantas pandemias a lo largo de su historia, como la peste negra en el s.XIV, la gripe española entre 1918-1920 o enfermedades como la viruela, el sarampión, el tifus, el VIH, etc. que se han llevado por delante millones de vidas y han alterado la rutina cotidiana de muchísimas más. ¿Quién se iba a imaginar que en pleno s.XXI, la era más tecnológica de nuestra historia, tendríamos que lidiar con algo similar? Lejos quedan también la gripe A de 2009 o la crisis del ébola, con los primeros contagios y fallecidos en España allá por 2014. ¡Qué frágil es la memoria! Seguramente casi no recordamos ya aquellos días delante de las pantallas para ver la evolución de aquellas epidemias… hace tan solo unos pocos años. Claro, la afectación fue realmente pequeña. Y, de repente, nos toca lidiar con una pandemia a nivel mundial de la que empezamos a saber algo a finales del 2019 y que hemos acabado conociendo y sufriendo como COVID-19 o, sencillamente, como coronavirus.

 

¡Hala! ¡Todos para casa!

 

Fue la instrucción que recibí el viernes 13 de marzo en mi puesto de trabajo. Tan solo unos días antes ni siquiera nos lo hubiéramos imaginado.

 

Los días previos ya fueron de cierto nerviosismo (¿guantes, mascarillas, geles hidroalcohólicos, distancia de seguridad …?). Los primeros días, las primeras semanas de confinamiento fueron especialmente duras… la incertidumbre sobre lo que se podía y no se podía hacer, las noticias sobre la evolución de los contagios y… fallecidos, la total evidencia de desbordamiento de las instalaciones sanitarias, el titánico esfuerzo de los profesionales de la salud, problemas con el abastecimiento de algunos productos (en más de una ocasión no podía creer lo que estaba viendo en algún supermercado con los estantes vacíos de carne, conservas, pan, productos de higiene y limpieza, etc., ¡completamente vacíos!).

 

A nivel personal, familiar o social ha sido realmente un antes y un después. No se trata ya de memoria frágil, es que ni los más viejos de lugar recuerdan haber vivido algo igual. Sí que vienen a mi memoria historias que me contaban mis abuelos y mis padres de vivencias propias sobre enfermos de tuberculosis, tifus o tisis (o, vaya usted a saber qué enfermedad) en los años 40 y 50 (y posteriores), y cómo se “confinaba” a esos enfermos en sanatorios para recibir “curas o baños de aire sano” y, por desgracia, cómo algunos no lo superaban.

 

Lo que ha pasado y está pasando en 2020 es mucho más serio. Ha afectado al total de la población en nuestro país. Desde la declaración del estado de alarma, a mediados de marzo, hasta su finalización, a finales de junio pasado, millones de personas hemos estado confinados en un grado u otro… y, por lo que se vislumbra en las noticias, no estamos libres todavía de nuevos brotes o rebrotes. ¡Cuidado con la memoria frágil!

 

Batallar con nuestros hijos para que continuaran con cierta normalidad hacia el final de su curso escolar/académico, acompañar a nuestros padres o abuelos para que la situación les afectara lo mínimo posible, apoyándoles en todo lo que necesitaran y, ellos, a su vez, animándonos sin saber muy bien cómo. Convivir en espacios reducidos durante mucho tiempo no es fácil.

 

Y, si encima, hemos sufrido la pérdida de familiares y amigos ... ¡uffffff! Para algunos ese antes y ese después ya no volverán a ser iguales.

 

A nivel laboral, creo que también podemos hablar de un antes y un después. Hace años que hablamos de digitalización de fondos y servicios en nuestra Red de Bibliotecas y Archivos. Me vienen a la memoria aquellos conceptos de “biblioteca híbrida” y “biblioteca digital” de los que empezamos a hablar hace ya dos décadas. Pero la pandemia ha sido una prueba de fuego de la estabilidad conseguida en nuestra Red. Gracias al trabajo realizado durante todo este tiempo por el (menguante) conjunto de profesionales que formamos parte de la Red hemos podido afrontar nuestro trabajo desde el confinamiento con una nota, diría yo, bastante alta.

 

Disponíamos de numerosos fondos digitalizados, de acceso a recursos electrónicos y a recursos en acceso abierto. La mayoría de nuestras bibliotecas y archivos han continuado ofreciendo servicios a distancia dentro de sus posibilidades. La Biblioteca Virtual y los catálogos, Digital.CSIC, los servicios del Plan100%Digital, el acceso remoto a los recursos electrónicos, el préstamo interbibliotecario … han resistido la alta tensión a la que se han visto sometidos. Hemos acudido y explotado el correo electrónico, las videollamadas, las redes sociales, el compartir pantallas, enviar archivos… para comunicarnos entre nosotros y con nuestros usuarios.

 

Nos las hemos tenido que ingeniar para poder trabajar a distancia… adecuando espacios para ello en nuestros hogares, utilizando nuestros propios equipos informáticos (algunos ya algo vetustos) y unas redes de comunicación bastante precarias. Seguramente, hemos aprendido a compartirlo todo como nunca antes en nuestro propio hogar con nuestras propias parejas y nuestros hijos. Igualmente, hemos tenido que compartir espacios, recursos, tiempo, esfuerzo … como nunca antes con los demás compañeros y compañeras de nuestra biblioteca o archivo, de las bibliotecas y archivos de nuestra Red y de otras instituciones. ¡Nos hemos apoyado! ¡No te preocupes! ¡Dónde tú no llegues, lo intentaré yo!

 

Ha sido emocionante ver algunas iniciativas para colaborar en el acceso a contenidos académicos o a la obtención de copias. Resulta que… ¡hasta sabemos ayudarnos!

 

Además, hemos tenido que lidiar con otra limitación… la de adaptar nuestra mente a un nuevo escenario. Saber organizarnos para mantener un equilibrio en un mismo espacio físico en el que compartíamos vida familiar y trabajo seglar.  No ha sido fácil.

 

Nunca antes habían tenido que cerrarse bibliotecas, archivos o la práctica totalidad de establecimientos dedicados a la difusión, conservación y preservación de la cultura en todas sus modalidades y variedades. Aunque es cierto que en los Estados Unidos se cerraron algunas bibliotecas debido a la gripe española de 1918-1920, haciendo una búsqueda rápida en internet sobre si en España había sucedido lo mismo, no he localizado nada. En nuestro país se recomendó el cierre de escuelas, universidades y otros edificios, así como medidas de higiene, evitar aglomeraciones, etc. Es de suponer que alguna biblioteca cerrara, pero no he sabido encontrarlo. Requiere de una investigación más profunda. Cierto es que, en tiempos de guerra, bibliotecas y archivos han sufrido mucho. Muchas han tenido que cerrar y muchas han sido destruidas. Pero, me gustaría destacar que, incluso en esas circunstancias tan penosas de conflicto bélico, hay ejemplos de cómo libros y bibliotecas llegaban a hospitales e, incluso, al mismo frente. Nosotros, al igual que nuestros compañeros bibliotecarios y archiveros de las demás instituciones y entidades, hemos hecho algo parecido… hemos hecho lo posible por llevar los libros, las revistas, los documentos a nuestros usuarios… pero primando también nuestra seguridad.

 
Un antes y un después, no cabe duda.


Hemos salido adelante con buena nota. Pero, también conviene hacernos algunas reflexiones. Hasta la fecha se hablaba de la posibilidad del trabajo desde casa como algo bastante lejano en la administración, y ¡mira por dónde! … la necesidad lo ha impuesto.

 

Se ha demostrado que el trabajo a distancia es posible y, además, manteniendo bastante bien el nivel de calidad (al menos es lo que yo he podido intuir). ¿Será ese nuestro futuro? Pues habrá que pensar en ello. No obstante, debe hacerse bien… ¿con qué equipos informáticos? ¿a cargo de quién van esos equipos y la red de comunicación? Hasta ahora, la red de comunicación y el equipo informático de nuestra oficina eran los de la institución. Si se estropeaban… se sabía quién debía hacerse cargo. ¿Qué hubiera sucedido si se nos hubiera estropeado el ordenador de casa durante estos días? Esto requiere buena planificación.

 

Por otro lado, este confinamiento ha hecho ver (o, debería) a las bibliotecas y archivos que el futuro pasa por continuar digitalizando nuestros fondos y servicios para que nuestros usuarios puedan continuar disponiendo de ellos (o de la gran mayoría de ellos) si se repite un confinamiento como el que hemos vivido. Es más, yo diría que, con o sin confinamiento, debemos poder ofrecer el mayor número posible de documentos de manera digitalizada, así como atender el mayor número de consultas de nuestros usuarios. Ya lo hemos hecho… pero debemos continuar en ese camino. Siempre habrá ocasiones en las que será necesario ir a la fuente primaria en papel, pero la mayoría de las veces una copia digital es suficiente para contentar a nuestros usuarios. Aunque en la Red se ha avanzado mucho en este sentido en los últimos años, el confinamiento ha evidenciado que bastantes de las solicitudes de acceso al documento no han podido ser atendidas por disponer únicamente del documento en papel. Esto también requiere buena planificación.

 

Es de agradecer el apoyo técnico recibido para poder conectarnos a distancia a nuestros ordenadores del trabajo, tener acceso a los recursos que necesitábamos, continuar en contacto con nuestros compañeros de trabajo y con los usuarios. Hace tiempo que se habla de que las bibliotecas y archivos se deben replantear su presente y futuro, deben hacerse visibles en un mundo dominado por internet… Yo creo que, en estos meses, en este presente que nos está tocando vivir, algo sí nos hemos hecho más visibles. Conviene no perderlo.

 

La humanidad ha sufrido ya unas cuantas pandemias a lo largo de su historia. Se le ha dado todo tipo de explicaciones … sanitarias, higiénicas, sociales, tecnológicas, bélicas, conspirativas, apocalípticas … pero ha seguido adelante, y rogamos que en esta ocasión también sea así.

 

Esperemos haber aprendido algo de todo esto también en el mundo de las bibliotecas y los archivos, para poder continuar adaptándonos, lo mejor posible, a las nuevas posibilidades y desafíos que se nos presentan delante. El objetivo: continuar siendo visibles, imprescindibles, en nuestras instituciones, en definitiva, en la sociedad.

 

2020, un antes y un después. 

 
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