Isabel Real. Escuela de Estudios Hispanoamericanos (Sevilla) |
Bibliotecarias de la Escuela en el año 1975
Intento con estas líneas hacer un recorrido en el tiempo por tres etapas, a mi entender bastante bien diferenciadas por las que ha pasado esta biblioteca, de límites difíciles de precisar, que sitúo entre las cuatro últimas décadas y que, como testigo de las mismas, puedo tratar de contar.
La primera etapa podría enmarcarse entre el inicio de los años setenta hasta mediados de los ochenta del pasado siglo
Me encontré con una biblioteca bastante inaccesible, en la que para solicitar un libro el lector debía subir una angosta escalera de muchos peldaños, la responsabilidad organizativa la ejercía el investigador de turno que el director del centro designaba y al que de manera reverencial, incluida la responsable técnica, se atendía.
Se aplicaban entonces los conocimientos bibliotecarios aprendidos en los cursos de la desaparecida Escuela de Auxiliares de la Investigación, especialidad de Biblioteconomía y Documentación o bien en el denominado “ejercicio de sus funciones” (habilidades adquiridas por la mayor parte del personal que formaba entonces la plantilla).
Antiguo fondo de monografías
Se confeccionaban juegos de fichas en máquinas de escribir, con incalculable esfuerzo y paciencia, que luego se distribuían en cajetines alfabéticos de índices de autores, títulos, materias, según procediera, lo que significaba en la práctica el empleo de un tiempo en este “preciosismo“, que iba mucho más allá de lo razonable y lo deseable. En aquel momento, las relaciones con el resto de las bibliotecas del CSIC e incluso con otras bibliotecas de la propia ciudad, eran inexistentes.
En el año 1974 nos incorporamos a la biblioteca tres veinteañeras y con nosotras llegaron entre otras cosas, la minifalda, el tuteo y las bajas por maternidad. Fue la época en que la convivencia entre personas de mayor edad y otras más jóvenes, contratadas, resultó una práctica interesante que contribuyó a que el trasvase de experiencias se realizara de manera lógica y casi lúdica, permaneciendo en nuestro recuerdo, enseñanzas “universales” que han sido de gran utilidad para el desarrollo de las tareas bibliotecarias de los años posteriores.
La siguiente etapa la incluiría entre 1985 y los primeros del 2000
Biblioteca en los años 90
Con la aparición de las Reglas de Catalogación y del PRIBIC (Plan de informatización de bibliotecas del CSIC), esta biblioteca experimentará un cambio espectacular en muchos y variados aspectos.
Comenzamos a recibir cursos de capacitación profesional, impartidos por bibliotecarias de reconocida solvencia de dentro y de fuera del CSIC. Programas de normalización que nos iniciaron en la aplicación de estándares internacionales en relación a la descripción bibliográfica, formatos, etc.
Se nos facilitaba la asistencia a Jornadas profesionales, celebradas por asociaciones bibliotecarias así como a Encuentros propiciados por el propio Consejo. Consecuencia de ello fue la salida de nuestro aislamiento y el relacionarnos con compañeros bibliotecarios, documentalistas, etc., con el consiguiente intercambio de útiles informaciones relacionadas con nuestro trabajo y nuestros servicios.
La conmemoración del V Centenario de Descubrimiento de América en 1992 influyó para que fuéramos una de las primeras bibliotecas del CSIC en contar con todo el catálogo manual informatizado y que el uso de internet, empezando por el correo electrónico, comenzara en nuestra sección dentro de la propia Escuela de Estudios Hispano-Americanos.
La trasformación del PRIBIC en La Unidad de Coordinación de Bibliotecas (CBIC) y las distintas iniciativas impulsadas por ella, tuvieron una enorme y positiva repercusión para nosotros. Nos sentimos asistidos y respaldados técnicamente, pero también apoyados en nuestras iniciativas profesionales ante las autoridades de nuestro centro y del propio CSIC.
La dirección de la biblioteca pasó a manos de una bibliotecaria con plaza ganada en oposición y el incremento de la colección así como la actividad de la biblioteca fueron en aumento de manera exponencial, primando de manera sustancial la prestación de los servicios y la incorporación de otros nuevos retos. Se ampliaron espacios físicos, mejor dicho se duplicó el existente, al pasar de una a dos plantas y se dotó de un equipamiento más adecuado del que hasta ese momento disponíamos.
Nuestra incorporación como miembro a la Red Europea de Información y Documentación sobre América Latina (REDIAL), contribuyó a consolidar a la biblioteca como un importante referente para los estudios americanistas en Europa y también a dar mayor visualización de los fondos y actividades sobre esta materia en los demás institutos del CSIC.
Creo que ha sido la etapa de más productividad de la biblioteca y que las estadísticas anuales han dado a conocer objetivamente, mostrando la talla de nuestra entidad.
La tercera etapa, de mediados del 2000 en adelante
Biblioterios de la Escuela
En ella, ya implantada “la modernidad” en la biblioteca, de lo que se trataba era de asumir otros procesos que de manera acelerada se nos iban proponiendo primero desde la Unidad de Coordinación, más tarde Unidad de Recursos de Información Científica para la Investigación (URICI). Etapa en la que sin perder nuestra idiosincrasia, compartíamos en la red muchas cosas: La Biblioteca virtual; Suscripciones a revistas de modo centralizado, etc.
Luego vino el compromiso con el acceso abierto e iniciamos nuestra incorporación al recién creado Repositorio institucional. Acogimos también con entusiasmo la participación en dos proyectos de digitalización de obras de nuestro fondo patrimonial, en el 2007 y en el 2011. El Reglamento de Biblioteca del CSIC llegó para perfilarnos como servicio unitario, evitando improvisaciones y rutinas.
Pero lamentablemente para nuestra biblioteca ha sido también éste un periodo de pérdidas y especialmente de aquello que a mi entender, es el principal activo de cualquier institución, las personas, sus trabajadores. Unas se fueron por la lógica de la edad, la jubilación y otras por lo irremediable de la muerte. Y siendo esto así, parece imponerse como norma, al menos en nuestro caso, cubrir estas vacantes con las llamadas, “comisiones de servicios”, “concursos de traslados”, etc., incorporándose personas de procedencia administrativa muy variada, con edad media alta y con escasas ofertas de formación y reciclaje profesional.
Vista del fondo bibliográfico actual
También y en esta etapa, nuestra biblioteca ha sufrido otras pérdidas achacables en gran medida a los recortes presupuestarios del Centro y que necesariamente han tenido su repercusión en nuestros servicios. Aunque paradójicamente y esto debo decirlo, en los dos últimos años, hemos contado con un presupuesto para adquisición de libros, superior a cualquier otro precedente.
Próxima a mi jubilación observo como tendencia imparable y cada vez más demandado, el llamado acceso al texto completo y eso está muy bien, pero sigo reivindicando el papel esencial de las bibliotecas y de los bibliotecarios y me preocupa, en nuestro caso por incierto, el futuro de ambas cosas.
El pasado día 30 de abril, en la columna de opinión de un diario nacional y como antecedente al día de la Libertad de Información, el periodista Pedro Simón, reflexionaba sobre el presente y el futuro de su profesión y tan acertadas y aplicables me parecieron sus palabras, que además de invitar a su lectura quiero terminar con su cita: “ En la época del vino sin alcohol, de los deberes sin cuadernos, de las alubias sin oreja, de las modelos sin curvas, de la política sin políticos, lo que nos faltaba era el periodismo sin periodista. Y ya llegó”. Ojalá que no nos suceda lo mismo.
* Miguel Jiménez : Bibliotecas: adiós a las fichas. Política científica. 1987, nº 9