Memorias de un bibliotecario jubilata

Enredadera, nº 36, junio 2021

Gaspar Olmedo
gaspolmedo@gmail.com
Unidad de Recursos de Información Científica para la Investigación (URICI)
Sevilla


 

 

Me retiro después de 35 años de trabajo en la Red de Bibliotecas y Archivos del CSIC y me pide el editor de Enredadera que escriba unas palabras sobre mi experiencia en la Red. Me animo a ello sobre todo porque la situación de pandemia en la que nos encontramos no me ha permitido despedirme personalmente como me hubiera gustado de las compañeras y compañeros y este texto, escrito a modo de “historias de la mili” (de la que afortunadamente me libré por “topo”, dicho sea de paso) puede suplir en parte esta carencia.

 

Cuando Juan Ramón Vericad, a la sazón director de la Estación Experimental de Zonas Áridas de Almería, me propuso a mediados de los años 80 del pasado siglo reorganizar y dar un nuevo impulso a la biblioteca del Instituto, en un momento en el que en el CSIC se debatía si sería mejor cerrarlo o impulsarlo invirtiendo en él[i], acepté por la simple razón de que mis intentos de simultanear los estudios de ecología de reptiles con la posibilidad de comer decentemente habían resultado ser un rotundo fracaso. No imaginaba que lo que adopté como un trabajo provisional y alimenticio acabaría atrayéndome y atrapándome hasta el punto en que lo hizo. Con más buena voluntad que conocimiento, Paquita Mingo, auxiliar con años de experiencia y yo nos dispusimos a revisar los ficheros y cotejarlos con los libros y revistas de las estanterías que se distribuían de forma más o menos anárquica por los aposentos de lo que en su día fuera la vivienda del director de la Estación, y acto seguido poner al día los catálogos haciendo uso de la tecnología punta de la que disponíamos: una máquina de escribir con memoria.

 

Pero los hados quisieron que empezáramos el trabajo en el momento adecuado, y al poco fuimos contactados desde la organización central del CSIC por Victoria Oliver que se acababa de hacer cargo del Programa de Informatización de Bibliotecas del CSIC (PRIBIC)[ii]. Esto empezaba a tomar otro cariz, había vida más allá de Almería y, aunque de forma balbuceante, las bibliotecas del CSIC empezaban a trabajar en red. Con la puesta en marcha del sistema de gestión Aleph, la transformación de PRIBIC en la Unidad de Coordinación de Bibliotecas y la celebración de las I Jornadas de Análisis de la Red de Bibliotecas del CSIC (1990)[iii] el proceso se acelera: Miguel Jiménez y posteriormente Agnès Ponsati se hacen cargo de la Unidad de Coordinación, se extienden las redes de comunicaciones, se abordan conversiones retrospectivas de los catálogos, se consolidan la WWW y los sistemas de mensajería, se desarrolla un sólido y exitoso servicio de obtención de documentos, se centralizan las suscripciones y una parte de la gestión, se imponen las revistas y los libros electrónicos, se desarrolla el movimiento de la ciencia abierta, etc.

 

Por mi parte, primero desde las bibliotecas de la EEZA y de la Estación Biológica de Doñana en Sevilla, y a partir de 1994 desde la Coordinación de Andalucía, he tenido la suerte de participar en primera línea en todo este movimiento transformador que ha hecho que las bibliotecas científicas actuales se parezcan muy poco a las del comienzo de mi carrera. Me considero afortunado por haber podido desarrollar una carrera profesional llena de retos, en absoluto monótona, que me ha permitido participar de muchas iniciativas novedosas y colaborar con una comunidad profesional, de dentro y fuera del CSIC, casi siempre muy motivada, con una alta valoración del trabajo en equipo y con un trato humano cercano. A lo largo de todos estos años me ha impresionado especialmente la capacidad de adaptación, el tesón y la voluntad de aprender nuevas técnicas y formas de trabajo que en general (siempre hay excepciones) ha venido demostrando el personal de las bibliotecas, de los archivos y de la URICI. Máxime teniendo en cuenta que en no pocas ocasiones se han exigido conocimientos técnicos especializados a personas que ocupaban puestos de trabajo de nivel básico, cuya formación no siempre era sólida y cuya edad no facilitaba el aprendizaje.

 

La realidad es que me retiro de una Red de Bibliotecas y Archivos que funciona mucho mejor que cuando empecé y cuyo trabajo está ahora más integrado dentro de la misión principal de la Institución, y eso es un punto realmente muy positivo. Pero no vivimos en el mejor de los mundos y hay que reconocer que también arrastra graves carencias, especialmente en el apartado de los recursos humanos, con una plantilla muy envejecida y lo que es peor, sin un mecanismo claro de recambio que permita ser optimista a medio plazo. Y es que la institución no siempre ha prestado la debida atención a una pieza de sus servicios que con el tiempo (y el arduo trabajo de sus componentes) ha ido ganando centralidad.

 

Quiero terminar siendo optimista, queda mucho por hacer, pero la Red tiene ya una historia detrás, el camino está marcado y no me cabe duda de que el excelente material humano con que cuenta, a poco que reciba el soporte adecuado, será capaz de asumir cualquier reto.

 

Muchas gracias a todas las compañeras y compañeros por haberme permitido participar en esta aventura.

 

 

 

 

 



[i] Este planteamiento de cierre afectó no solo a la EEZA sino a otros muchos centros en esa época.

[ii] Sobre los primeros años de la automatización en las bibliotecas del CSIC, ver: Oliver, V. (1984). “Hacia una red informatizada de bibliotecas del CSIC.” En: Primeras Jornadas Españolas de Documentación Automatizada (Madrid. 1984). p. 317-330 (acceso a la comunicación) y, Pérez-Montes Salmerón, C. y A. Herrero Pertierra (1986). “La informática como futuro de las bibliotecas. Un paquete de automatización: Aleph.” En: Segundas Jornadas Españolas de Documentación Automatizada. (Torremolinos, 1986). p. 299-312 (acceso a la comunicación).

 

 

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