Enredadera, nº 35, julio 2020
Marta Ezpeleta |
Tres meses después del cierre obligado de las bibliotecas y del confinamiento del personal tras la declaración del estado de emergencia por la covid-19, cuando apenas empezamos a reabrir los servicios presenciales, acudimos a nuestros centros de trabajo con la percepción de hallarnos ante un nuevo escenario en el desarrollo de nuestra actividad profesional, así como en nuestro entorno social con nuevos hábitos de interacción impuestos para la contención de la pandemia.
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La pandemia nos ha golpeado duramente, nos ha mostrado nuestra vulnerabilidad, pero también nuestra capacidad de adaptación.
En tiempo récord hemos trasladado la oficina a nuestras casas desde donde hemos tenido que afrontar el reto de proseguir en solitario las tareas técnicas y de gestión de la biblioteca, a la vez que dar respuesta a los usuarios reconfigurando nuestros servicios.
Las bibliotecas venimos ofreciendo desde hace años servicios virtuales en torno a contenidos digitales. El hecho de que hoy día la mayoría de hogares están tecnológicamente equipados y conectados a la Red nos ha facilitado enormemente retomar la mayoría de nuestras tareas, obviamente, no relacionadas con la gestión de la colección física, en la misma forma que las ejercemos en el centro, si bien, pronto pudimos comprobar la imposibilidad de poder acceder a nuestros archivos locales al no poder habilitar escritorios virtuales. Afortunadamente, gran parte de la documentación interna de la biblioteca reside en carpetas compartidas en el servidor local al que pudimos acceder mediante la instalación de un programa cliente de acceso remoto con conexión segura.
La mayor parte de trabajos técnicos y de servicios a los investigadores se desarrollan desde aplicaciones que trabajan en servidores o en la nube con una interfaz web. El cambio al sistema ALMA ha resultado esencial para poder seguir con las descripciones bibliográficas, gestionar el préstamo personal y las solicitudes de compra; desde GTBbib hemos atendido las peticiones de préstamo interbibliotecario de documentos electrónicos. En Digital CSIC, se ha aprovechado este período para hacer un rastreo de publicaciones no archivadas de autores de la IMF y aumentar la carga de registros en el repositorio, a la vez que se ha hecho un gran avance en la elaboración de perfiles de grupos y proyectos de investigación para el repositorio. Hemos recibido y dado respuesta a las consultas que nos han llegado a través del correo electrónico, mantenido las noticias en la página web de la biblioteca y en el Facebook de la Institución.
En consecuencia, hemos afrontado el trabajo en una situación excepcional, sin precedentes, y dado una rápida respuesta a los usuarios manteniendo unos servicios virtuales básicos apoyados en una gran colección de recursos electrónicos disponibles en la Biblioteca Virtual.
Gracias a las numerosas iniciativas por parte de grandes editoriales que han puesto en abierto muchos de sus contenidos, no solo relativos a la covid-19, o han ofrecido períodos de prueba gratuitos más amplios con motivo de le emergencia sanitaria, hemos activado el acceso a recursos complementarios de interés como son las enciclopedias de música Die Musik in Geschichte und Gegenwart (MGG) y RILM Music Encyclopedias o a la plataforma de recursos históricos medievales Bloomsbury Medieval Studies.
Aun así, el cierre de una biblioteca de humanidades, con una colección impresa tan extensa de la que tanto dependen nuestros usuarios como demuestran las elevadas cifras de circulación, y la imposibilidad de acceder a sus recursos bibliográficos, ha supuesto para los investigadores una gran limitación en su trabajo, evidenciando una cuestión de fondo como es que un gran número de obras publicadas en la segunda mitad del siglo pasado no se encuentran digitalizadas en las plataformas comerciales. Estas obras, muchas de ellas descatalogadas o difíciles de conseguir, se siguen consultando y referenciando y, con frecuencia, sólo están disponibles en bibliotecas especializadas como la nuestra.
En estos meses de confinamiento en los que hemos vivido hiperconectados trabajando, asistiendo a videoconferencias, realizando formaciones online, han tenido lugar una serie de hechos que no son nuevos, pero sí se han consolidado:
- Los contenidos académicos que han circulado y a los que hemos tenido acceso han sido digitales, frente a los recursos impresos locales
- Las redes sociales han sido los principales canales de información
- Hemos alcanzado la "triple deslocalización" de los agentes de la información: la de la información, la de los usuarios y, por último, lo estamos comprobando, la del bibliotecario
- El consumo de productos digitales y empleo de TIC ha sido masivo, se ha extendido a casi todas las capas sociales y a personas de todas las edades
Una serie de hechos que, sin duda, constatan que nos movemos ya en un entorno plenamente digital, que nos fuerzan a repensar nuestra biblioteca y evaluar el nivel de preparación para desenvolvernos en este medio; a rediseñar los servicios a todos los niveles; a buscar nuevos formatos de difusión de la colección; replantear el desarrollo de la colección impresa o promover nuevos proyectos estratégicos de digitalización.
En un periódico local recientemente aparecía un artículo de reflexión en torno al futuro que nos espera tras la covid-19 donde destacaba como tendencia dominante la que indica que “la sociedad será digitalizada, o no será […] la digitalización será la seña de identidad del siglo XXI"[1]
Las bibliotecas hace tiempo que emprendieron ese camino para la preservación, conservación y difusión de sus colecciones patrimoniales; en esa dirección tenemos que seguir avanzando.
[1] Moratinos, M.A. (16 jun. 2020). Humanización Versus Digitalización. La Vanguardia
https://www.lavanguardia.com/internacional/20200616/481787465782/humanizacion-digitalizacion.html