Laura Donadeo. Instituto de Geociencias (Madrid) |
Portada del Impresor de Venecia
Cuando hablamos de los inicios de la imprenta de tipos móviles es inevitable no quedar fascinado por la figura de Aldo Manuzio, sin duda, el mejor impresor de la Italia del siglo XVI.
Este libro repasa, de forma novelada, lo que se sabe de su vida y de su época, mezclando hechos conocidos con situaciones imaginadas. Hace un retrato de la sociedad de aquel tiempo, en una ciudad como Venecia, foco cultural y económico de un mundo en expansión.
Se trata de forma un tanto descarnada la disyuntiva entre la belleza del oficio de imprimir, y sobre todo, de editar libros rigurosos y útiles, enfrentada a la realidad de un mercado más ocupado en vender a toda costa, ya sea libros, ya sea vino, ya sea vidas humanas.
En este contexto, Manuzio se presenta como un maestro reconvertido en impresor, a una edad ya tardía, que pasa gran parte de su vida conciliando la necesidad de tener un negocio boyante, y la fascinación por editar pequeñas joyas, sobre todo griegas, para salvarlas del olvido o de su auténtica desaparición física. Manuzio aparece rodeado de otros personajes célebres, como el grabador de tipos Francesco Griffo, el impresor Nicolas Jenson, o su suegro y socio Andrea Torresano, su auténtico antagonista en la novela, al ser el prototipo de empresario poco escrupuloso.
Esta novela, entonces, cumple su función de asomarnos a un momento concreto de la historia, de forma amena y hacer un retrato ajustado de lo que debió de ser la vida de Manuzio. Su lectura no decepciona.