El rol del documentalista solitario en un centro de investigación. El caso de ICFO

Enredadera, nº 31, junio 2018

Ferran Camps
ferran.camps@icfo.eu
Documentalista
ICFO-Institut de Ciències Fotòniques
Castelldefels (Barcelona)

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Resumen: En este artículo se detalla el rol del documentalista en un centro de investigación con una descripción de su evolución a lo largo de los últimos diez años. Tomando como ejemplo ICFO-Instituto de Ciencias Fotónicas de Castelldefels, centro de investigación del ámbito de la física y la óptica que ha experimentado un rápido crecimiento, se hace un repaso a la evolución que ha experimentado la figura del documentalista, cómo han ido apareciendo nuevas problemáticas a lo largo del tiempo y las soluciones que se han ido dando a las mismas. Se plantean también los retos de futuro que los documentalistas deberán afrontar y aspectos relativos a las características de su puesto de trabajo desde un punto de vista laboral.

Palabras clave: Documentalista; centros de investigación; publicaciones científicas.

 

El Instituto de Ciencias Fotónicas (ICFO), situado en Castelldefels (Barcelona) y centrado en la investigación básica y aplicada en óptica en general y en el desarrollo de la fotónica en particular, nace en 2002 asociado a la UPC. Por aquellas fechas la administración autonómica quiere dar un fuerte impulso a la ciencia y pone las bases para la creación de distintos centros de investigación, instituciones todas ellas nuevas, de funcionamiento ágil y focalizadas en la investigación fundamental y aplicada, teórica y experimental. Con el tiempo algunos de estos centros han acabado fusionándose, otros han ido creciendo paulatinamente y otros se han encaramado a las primeras posiciones de la investigación europea, por dimensión y por calidad y cantidad de su producción científica, atrayendo talento extranjero. Cabe señalar que una institución como ICREA ha ayudado mucho a los centros de investigación a captar dicho talento fuera de nuestras fronteras. A lo largo de estos 16 últimos años, pues, y gracias a aquella semilla plantada a principios de siglo, Cataluña ha acabado teniendo un saludable ecosistema de centros de investigación en muy diversas disciplinas. ICFO representa uno de los casos de más éxito en este escenario. Sus grupos de investigación han ido aumentando en número y en tamaño, sus instalaciones también, acompañado todo ello de una cantidad de artículos científicos y patentes en constante crecimiento y una vinculación cada vez más fuerte con la industria, sin olvidar un ambicioso programa de divulgación científica.

Es en 2006 cuando los investigadores de ICFO piensan en una biblioteca como una pieza más del engranaje existente en el centro para el apoyo a su investigación. Nada ambicioso, una suerte de depósito donde tener controladas las monografías de los distintos grupos de investigación que permitiera embridar un anárquico y descontrolado sistema de préstamo de libros. A partir de allí se vio la posibilidad de dar el salto a un mejor control en el manejo de los artículos científicos con una gestión más centralizada de la base de datos surtida a tal efecto, se pudo establecer un sistema de obtención de documentos y, ya que se suponía que el nuevo documentalista “documentaba lo que sucedía en el centro”, se le encargó la elaboración de las memorias institucionales. Con el paso del tiempo la institución empezó su crecimiento casi exponencial y se hizo necesaria una Intranet corporativa, el diseño de la cual recayó también en el documentalista. La documentación administrativa generada fue en aumento y surgió la necesidad de disponer de un archivo definitivo.

En 2007 llegó el 7th Framework Programme, en 2011 la Ley de la Ciencia y empezó a sobrevolar un concepto nuevo: Open Access. Las publicaciones deberían de estar en acceso abierto, chocando con muchas políticas de las editoriales que no lo permitían, se creaba la necesidad de tener unos repositorios donde depositarlas y fue necesario saber distinguir entre preprint, postprint y versión publicada de cada artículo, saber distinguir entre unas publicaciones OA Gold y otras OA Green y empezar a saber sobre licencias. El autoarchivo de publicaciones se convirtió en obligatorio, pero ignorarlo no tuvo consecuencias reales en aquel entonces para los investigadores que buscaban financiación pública para sus proyectos. Eso hizo que mucha pedagogía sobre la importancia de tener publicaciones en acceso abierto, de escoger unas revistas y no otras cayera en saco roto. No obstante, también es cierto, que en el campo de la física la popularidad de Arxiv era, y continúa siendo, formidable y este hecho ha sido siempre de gran ayuda.

En 2011 llega también el primer Programa Severo Ochoa para cuyo concurso se pide a los centros el dominio de una compleja fórmula bibliométrica para poder comparar la calidad de la producción científica de unos centros y otros. Por aquellas fechas se manejan con naturalidad en los centros como ICFO, con unidades de documentación unipersonales a lo sumo, informes bibliométricos con números de citas, de autocitas, H-Índex, factores de impacto, número de colaboraciones con otros centros, etc.

2014 da la bienvenida a H2020. Aquello del Open Access se convierte en obligatorio de verdad y empieza el boom de los identificadores. Cada investigador deberá tener un identificador que lo distinga de otros científicos. Una comunidad científica enorme, que funciona a nivel global y que incorpora a miles de asiáticos con nombres y apellidos idénticos hará necesario distinguir unos de otros con códigos unívocos. Las universidades catalanas deciden la utilización de ORCID a tal efecto para identificar a sus investigadores y los centros, a remolque, empiezan a dar códigos identificativos a sus investigadores. Muchos perfiles se crean, pero quedan vacíos y hará falta una gran labor pedagógica para que no sea así. H2020 conlleva también el gran reto de la gestión de los datos de investigación. Empezamos ahora a elaborar Data management plans y a pensar qué infraestructuras vamos a necesitar, cómo las vamos a sufragar, qué datos deben almacenarse y cuáles no, cómo, durante cuánto tiempo o qué hacer con los datos personales. Un montón de preguntas que atañen a aspectos legales, a aspectos tecnológicos y de gestión documental: qué metadatos usar, qué repositorios escoger, qué datos preservar, qué hacer con los softwares…

Para el futuro inmediato se otea una manera más compleja de evaluar al investigador. Hay un acuerdo generalizado para liberarse del yugo de los factores de impacto como método de evaluación, pero parece que no nos ponemos del todo de acuerdo en las alternativas. El investigador ya no va a ser más alguien sólo escrutado por sus artículos científicos y sus citas. Su capacidad de divulgación, la cantidad de descargas de sus artículos o sus preprints van a ser probablemente objeto de evaluación pero tenemos que ver cómo, así como el futuro de las revistas.

Estas formas más complejas de evaluar a los investigadores y el manejo de los datos de investigación se convierten en los retos más complejos a los que enfrentarnos. Requieren de un aprendizaje constante que lo va alejando a uno más y más de lo que aprendió en sus años de estudiante universitario para adentrarse en nuevas problemáticas insospechadas.

La figura del documentalista en los centros empieza a no ser tan rara como en 2006 pero suele ser, y continúa siendo hoy, en muchos casos, la de un exinvestigador reciclado a documentalista, más que la de un documentalista propiamente. Trabaja muchas veces a media jornada o a jornada completa dedicando sólo una parte de su tiempo al manejo de publicaciones científicas, combinándolo con tareas administrativas o más cercanas a la comunicación científica. Puede estar enrolado en el departamento de comunicación, de IT o de proyectos y al no tener nadie más de su perfil profesional al lado, el apoyo de los CRAI de las universidades a las que está asociado cada centro suele ser fundamental. Los documentalistas de centros catalanes, no obstante, hemos decidido agruparnos para compartir problemáticas y enfrentarnos a retos comunes con reuniones regulares donde ponemos en común soluciones y medidas para enfrentarnos a las problemáticas presentes y futuras.

La evolución que va a experimentar el profesional toma visos de ir hacia derroteros cada vez más complejos. Ya se ha visto en los últimos diez años y nada hace pensar que vaya a cambiar. Aspectos legales, conocimiento de los requerimientos a los que los investigadores deben dar respuesta al solicitar financiación para sus proyectos, aspectos tecnológicos, el cambio que van a experimentar las publicaciones científicas o los nuevos métodos de evaluación van a ser las asignaturas del futuro más inmediato, perfilando un tipo de profesional cada vez más especializado y flexible a la vez, capaz de moverse en terrenos desconocidos para él. Ese parece ser el futuro que nos espera.

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